Igual que los Hombres Sensibles de Flores, en el clásico libro de Alejandro Dolina, me considero un nostálgico, es decir, una de esas personas que constantemente sueñan con el camino imposible del regreso… ¿A dónde? A cualquier parte…

Por ejemplo, sueño con el regreso a aquellos años de la infancia en que tuve mi primer contacto con la Olimpus reflex de mi padre y a los fotogramas de encuentros familiares que han quedado guardados sólo en mi memoria, quizás distorsionados… O a aquel reencuentro con la fotografía, muchos años después, en una de las tantas misiones a Metán, Provincia de Salta, de la mano de Juani Rosasco, gran fotógrafo y sacerdote, de una humildad y un corazón de los más grandes que he conocido. O por qué no a aquellos primeros intentos que ya con mi propia cámara buscaban retener de algún modo todo este tiempo y esta vida que se escapa irremediablemente.

Hace muchos años que me pienso como un permanente aprendiz. Quizás por mi profesión de profesor de filosofía tengo hecho carne el principio socrático de considerar infinitamente mayor lo que me queda por saber frente a lo que hoy puedo decir que sé. Pero en los pequeños pasos que puedo apreciar en mis imágenes, frente al horizonte donde se encuentran las fotografías de mis maestros, puedo decir que lejos de desesperarme me regocija saberme en el camino correcto.

Por último, alguna vez escuché decir a uno de estos maestros que en lugar de preguntarle a nuestros fotógrafos referentes sobre parámetros de cámara, técnica, composición, etc… lo que deberíamos preguntarles es qué los inspira a crear sus imágenes, es decir, qué libros leen, qué música escuchan, qué películas y series consumen, en qué creen… Y no puedo estar más de acuerdo. Por eso, de esto también quiero dar cuenta aquí.

¡Sean bienvenidxs!
Back to Top